viernes, 26 de octubre de 2012

Estado de sitio

Seamos breves. La ilustración es del maestro El Roto. Un millón de gracias. El poema, de la casa.



Uno. Corten comunicaciones con el exterior.

Dos. Intercepten y rechacen las cartas,
las notas ocultas, los telegramas, los emails.

Aíslen cualquier fuente de energía.
Todas. Sin excepción.

Tres. Indiquen a los generales
que preparen a sus ejércitos
para la contienda y sus inviernos.

Que los Cuerpos y Fuerzas
de Seguridad del Estado
se movilicen de inmediato.

Den la orden de situar
el alambre de las alambradas
en las principales arterias.

Cuatro. Levanten los puentes.
Que ningún avión despegue de ningún aeropuerto.
Que ningún tren abandone la estación sin estar autorizado.
Que los autobuses permanezcan en sus dársenas.

Den instrucciones precisas
de que los almacenes
se abastezcan de suministros suficientes
mientras el asedio se dilate en el tiempo.

Lleven a los deseos a lugares seguros.
Que esperen en los refugios subterráneos
acondicionados según protocolo establecido
para fines similares.

Cinco (...)

¿Para qué detallar más los detalles
que pretenden protegerme?

Cuando la razón pierde la razón,
se impone irremediablemente un cambio de conducta,
una defensa como ataque para que no caigan las últimas fronteras.

Porque cuando el corazón tropieza y se cae de bruces,
cuando descubre su propia orfandad y tiembla,
se requieren para poder regresar en un futuro probable,
estados de sitio.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Ni tan siquiera tus palabras

Volvemos a caer en la tentación (benditas sean las tentaciones) y sacamos palabras a tan hermosa ilustración de la ilustradora mexicana Erika Kuhn.

Al final terminaremos reuniendo un número suficiente de poemas que se parezcan y todo a un libro. ¿Tendremos el valor de dar el siguiente paso? Veremos...


Te devuelvo por correo urgente 
tus malditas palabras. ¡Tómalas!
No preciso acuse de recibo.

Quédate tus maltrechas sílabas casadas
que conforman metáforas viudas
que taladran corazones solteros.

Se oxidaron ya los poemas
y los endecasílabos desafinados
que cincelaste en mi piel.

Volveré, sin ti, a estar desnuda estando vestida.
Lo sé. No me importa. Ya no queda nada dentro de mí.
Ni tan siquiera tus palabras.


S. tiene que tomar un camino

Hemos descubierto hace un ratito a una ilustradora bonaerense fantástica. Se llama Laura Michell. Al ver la imagen de debajo en su muro, hemos tenido la inevitable tentación de encender el piano en forma de teclado de ordenador y buscar entre sus entrañas un hilo del que tirar, algo que acompañara, que ilustrara con palabras esta ilustración que además, da título a la entrada y al texto: S. tiene que tomar un camino.

Un millón de gracias, Laura, por tu talento y por el hermoso dibujo que nos ha inspirado este garabato en forma de poema. 

Ojalá S. haya encontrado el camino que buscaba. Ojalá...



S. tiene que tomar un camino.
Todavía no sabe cuál.
Su duda se debate entre la voz de niebla
que el futuro dibuja sin señales en los mapas
que habita en las tierras sin nombre en el norte,
y la que barajan sus dedos invisibles,
que pasa por dejarse envolver por ese cálido pasado 
que vive de alquiler en el sur de su corazón
y regresar a él apresuradamente
con la certeza de no disponer en este instante
de una fecha de salida definida.

S. tiene que tomar un camino.
El otoño amarillo y marrón del presente 
le adorna la cabeza desde hace semanas,
lustros, decenios, siglos, eones.
Su helénica nariz, sus ojos neutros que miran sin ver,
sus oídos más que mudos y su boca menos que sorda
entienden que esta extraña quietud
se debe a que su ánimo está lleno de escombros.
Sus sentidos despliegan las alas para el viaje.
Sienten cerca el inicio del despegue, y sin embargo, 
por motivos que desconocen, el vuelo no se produce.


S. tiene que tomar un camino.
Concluye que no le queda otra salida
que abandonar la encrucijada
en la que se encuentra.
Avanzar una casilla en el tablero o retroceder dos,
vivir otra vez con el peligro de lo incierto o de lo que hiere,
o morir cómodamente bajo la piel por simple asfixia.
Todavía no sabe cual va a escoger,
pero intuye que quedarse fija 
en la fotografía del espejo
es la peor solución posible. 

S. elige su camino.