miércoles, 14 de marzo de 2012

Las personas y sus verbos

Imaginad que las personas pudieran etiquetarse con  cualquier tiempo verbal, con esas frases que empleamos inconscientemente, que aprendemos en la escuela y que olvidamos su nombre ya de adultos aunque los seguimos utilizando todos los días sin darnos cuenta de ello. 

Dime, oh lector, mon frère, ¿qué serías? ¿Cómo habría que conjugarte? ¿Tal vez tendrías cara de pretérito imperfecto? ¿O te mostrarías como un sólido y seguro de sí mismo presente de indicativo? ¿Quizás te etiquetarías con un inquietante y oscuro futuro de subjuntivo? ¿O tendrías el aspecto del clásico pretérito pluscuamperfecto que solo los más avezados en lingüística saben para qué sirve? ¿Acaso te parecerías a un dictador enfundado en un imperativo caprichoso? 

Construimos el siguiente poema a partir de ese juego...

La ilustración la hemos visto en el blog de una profe de literatura llamada Sara. Un millón de gracias, Sara. Aquí está el link... No sabemos si la ilustración es de ella ya que la hemos visto también en otros blogs. Agradecemos al autor o a la autora, en cualquier caso, el talento mostrado. Muy divertida, muy sugerente.





Diría que tu pasado 
es más imperfecto que pretérito, 
pero quién soy para conjugarte. 
De los pasados en pasado 
que se caen de los bolsillos cotidianos de los relojes, 
de los que parece que siempre se aprende algo, 
o de los que marcan su estampa terrible e indeleble, 
extraigo estas palabras 
viudas de sujetos y de predicados 
que hablan en presente de tu presente,  
un regalo, o un presente, su segundo apellido, 
este en el que vives, cantas, sueñas, bailas, 
te enfadas o rompes a reír en un mar de carcajadas. 
Si me dejas,  
me acurruco entre el nosotros y el vosotros 
de la oración que escribimos o escribisteis. 
En tu futuro de color indicativo, 
me colgaré de tu brazo, con disimulo, 
con o sin equipaje de mano, 
qué importa discutir los pormenores ahora,  
donde buscaré formar parte, ojalá, 
de vuestros verbos y de sus conjugaciones.
 

Diría que conozco a cierto niño rubio, 
inventor de mundos mejores 
que faltan por inventarse,  
arquitecto e ingeniero de los sueños 
que aún sueñan los soñadores.  
Diría también que tengo noticias 
de una niña de ojos grandes, 
carita de luz,
por la que matarán los artistas, 
que lleva con mucha gracia sus dos coletas, 
que le dice a su madre 
que es un sol con rayitos, 
que habla sin parar de hablar  
aunque no haya erres en su boca. 
Afirmaría que mis manos 
los pintan en este poema 
con pinceles de futuro. 
Serán esto o aquello, 
imposible negárselo,  
vivirán, volarán, sufrirán, amarán.  
Son mañana 
en el hoy donde me los imagino.
 

Diría que la tercera persona del singular 
de este poema y de esta estrofa, 
soy yo con la piel curtida de adverbios 
y de verbos irregulares, 
difíciles de conjugar correctamente. 
Me visto con los tonos cautelosos  
de cualquier modo subjuntivo,  
porque querría que me cercaras 
y me invadieras, sin negociación mediante, 
sin adjetivos ocultos ni calculados 
que me traicionen a última hora 
por una treintena de monedas de plata, 
ni quisiera o quisiese formas verbales compuestas 
que todo lo hubieren complicado aún más. 
Porque desearía  
que se fugaran mis fantasmas 
a otro tiempo verbal,  
a uno caduco, en desuso y remoto, 
alejado de mi presente, 
desconocido en la estación del futuro,  
que tuviera un matiz de recuerdo  
que se abandonara a la suerte de su olvido.




(Voz en off)

Finaliza el poema, poeta, 
dale carpetazo, 
antes de que pierda la paciencia.
 

Déjalo irregular, 
en un tiempo verbal imperfecto, 
el que sea.
 

Deja de dar la brasa 
con lo que fue,  
es o será.
 

Como diría tu padre, 
andando,  
que es gerundio.

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