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martes, 14 de febrero de 2012

(Entre paréntesis)

Tercer poema extraído de una magnífica ilustración de la mexicana Erika Kuhn. Comienza a convertirse en una agradable costumbre el hecho de buscar y poner palabras a los trazos que vienen del otro lado del océano. De nuevo, nuestra gratitud por compartir su talento con nosotros. 



Aviso a navegantes. Este post va a ser ligeramente distinto a los otros publicados. Añadimos un pequeño relato que acompaña a la ilustración de Erika. Nos ha parecido tan hermoso que hemos pensado compartirlo también con vosotros. Lo firma Susan Urich. El texto es el siguiente:

DIARIO DE LA SRITA. K.
Los une un pacto, un cordón umbilical en el que ella registra, con precisión de relojero, las cosas que sueña. Porque los sueños de la Srita. K. son cosas, tiene aroma, textura, densidad material. ( ) decía que eran objetos porque alteraba su estructura molecular, torcía el tiempo, ahuecaba el espacio en ellos, los manipulaba a su antojo. Podía atravesarlos con el dedo, retomarlos como si fueran libros, detenerlos y abstraerse en el paisaje inmóvil, estudiar los relieves, los gestos, incluso la palidez con que la sangre, también inmóvil, intentaba reanudar el pulso. Los sueños eran objetos psíquicos que la Srita. K delineaba con una fuerza creadora inusual, de claridad que se mece en la sombra como potro borracho, de mente rota, años luz devuelta hacia la luz.
Le obsequió el diario de tapas amarillas antes de mudarse. Lo depositó en sus manos, le miró una vez más sin detenerse en el cuello, y sin volver el rostro, adentró un pie y luego el otro pie hasta que la obscuridad del vagón se lo tragó por completo. Fue una despedida silenciosa, apática. Debió quedarse allí, como un insecto, atravesada por un alfiler, pero no lo hizo. Apenas vio que la silueta de ( ) se perdía como una alucinación, empezó a andar directo al estacionamiento. Solo cuando alcanzó el auto y se supo encerrada en él, pudo llorar. Y lo hizo como si hubiera acumulado el salitre de un siglo entero, ese llanto que es, realmente, el rostro visible de una fractura espiritual. ( ) no lloró ( ) nunca lloraba. Esa noche no escribió, no comió, tuvo sed pero no bebió. Apagó las luces, juntó las piernas al pecho y así, hecha un caracol triste, se hundió en la cama. Soñó con ( ).

*****

Desconocemos qué vino primero, si el texto o la ilustración, quién inspiró a quién, quién bebió de las aguas que el otro le ofrecía. Ante la duda, el poema se lo dedicamos a ambas autoras, a su enorme talento, a sus palabras, y a sus líneas. 

Hoy lo que nos inspira es leer letras que sacan a bailar los colores sobre un fondo de cuaderno amarillo. El título nos lo han sugerido esos enigmáticos paréntesis... Que os guste.



Entre paréntesis

...te contaré mi sueño imperfecto.

Me alejo de un andén sin nombre,
huyo de esa infinita y gruesa sal 
con la que tu sombra difusa
me despide en la estación.
Caigo de bruces entonces
en que mi vida cabe dentro
de unos paréntesis huérfanos,
paréntesis que me podrían definir
como excepción a la norma, (ojalá)
como matiz sin matices, (es posible)
como comentario sin importancia, (casi seguro).
Firmo hasta aquí la tristeza contenida.
Llevo como mochila
un corazón contaminado
por sus tremendas ganas de latir.

...te narraré mi sueño en transición.

Transporto mi cuerpo
hacia el coche aparcado
fuera de plano de cámara,
como un personaje secundario
que no tiene texto
y que no hace falta representarlo
de ninguna forma.
¿Cómo suena un sonido,
acaso un grito desgarrador
en una película muda?
Cuando hago mutis por el foro,
un grito escondido se escapa desapercibido.
Nadie me ve. Soy una acotación en la escena.
Mi cara no suena a nada,
aunque se estremece.

...te detallaré mi sueño legítimo.

Entro en una casa destrozada
con olor a melancolía de poema trasnochado.
Decido abrir las ventanas de todos los pisos
y comienzo a vender mi pasado
en un pequeño rastrillo
justo delante de la puerta principal.
Cambio todo mi tiempo de segunda mano
y los recuerdos que ya caducaron
por días con mañanas diferentes,
por segundos con sabor a nuevo.
Parto sin equipaje,
tan solo cargo con mi corazón.
Me fugo al final de los tres puntos suspensivos
para descubrir el final de mi propia historia,
que comienzo hoy.