martes, 6 de diciembre de 2011

La cuerda de los alpinistas

Este post no estaba previsto. Se ha colado por la puerta de atrás sin invitación alguna. Iba a ser distinto al que va a ser en realidad. Había elegido una ilustración muy sugerente que me había cautivado mientras releía varios poemas que maridaran bastante bien con esa imagen. De hecho, los tenía ya pensados, los iba a transcribir pacientemente y construir el post con toda esa información cuando Nieves Herranz ha llamado a la puerta de Impresiones en forma de correo electrónico, el cual llevaba un enlace a un vídeo, a un corto de unos ocho minutos filmado por Elías León Siminiani titulado Límites Primera persona. Para más información sobre Elías León Siminiani podéis pinchar aquí o este link para ver más cortos suyos. Desde aquí ya agradecemos, como siempre, el talento y el esfuerzo del autor. También añadimos esta ilustración de Justin Van Genderen. A ellos, mil gracias.



Así que la idea original se ha marchado algo ofendida y se ha construido otro post, éste que os presentamos. Primero os dejamos con el corto para que lo degustéis con tranquilidad. No decimos nada. No opinamos. No influimos. No os decimos si es bueno, si es malo, si nos gusta o si nos produce una enorme indiferencia... No queremos que tengáis ningún tipo de expectativa al respecto. Solo mirad con calma el corto que roza los ocho minutos... Que el lector juzgue por sí mismo si hemos hecho bien en incluir el corto en el blog o nos hemos equivocado. 

Tras el vídeo, la poeta Ximena Quiroga, perteneciente a la fábrica de Impresiones, construye para nosotros un poema inspirado en el trabajo de Elías León Siminiani. Digamos que es el colofón escrito en otro idioma al de la narración en vídeo. Nos pareció que faltaba una segunda versión de la historia. La visión de la verdadera protagonista. La visión de ella...


Una recomendación. Primero hay que ver el vídeo íntegramente. Después, hay que adentrarse en el poema. Pero es importante el orden...



Una vez más, se dirigen mis cansados pasos 
hacia la más absoluta nada de las nadas, 
la que habita dentro 
de las olas del desierto
para saber dónde y cómo encontrarte.

Te alejas mientras me observas a través
de los ojos muertos y delirantes de tu cámara,
mientras ves matices de amor... 
Como amándonos, dirás...
Yo solo bebía soledad.

Vivimos de forma tan distinta
ese mar de arena
que el piano de donde nacen estas palabras
enmudece sordamente,
se muere al pensar en ello.

Tu corto 
ha sido nuestro largo espejismo,
un juego de cines
donde mal interpretaba a un personaje
que era yo misma en definitiva.

Escucho a Debussy
cuando el hombre 
de tu película
filma a la mujer fotografiándole,
a esa actriz perfecta que dices ser yo.

La cuerda de los alpinistas
que nos une,
nos ha hecho tropezar,
otra vez, y otra vez,
en la misma piedra.

Es injusto este poema.
Pero es la despedida que te debía.
Es una canción maltrecha,
un arpegio disonante que nace
del fotograma final de ésta que fue nuestra historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario