domingo, 18 de diciembre de 2011

No somos los legítimos culpables de nuestras futuras derrotas

Acabamos de descubir a un fotógrafo excelente que merece un post como éste. Es ruso, nuestra primera ruski incursión. Confiemos en que no sea la última. Se llama Pavel Titovich. Lo hemos visto en la web Oldskull. Para la gente de Oldskull, un millón de gracias por el descubrimiento. Muy recomendable visitar su web, en serio. 

Pavel Titovich es uno de esos fotógrafos que a nadie puede dejar indiferente. Desde luego, a nosotros nos ha causado una impresión que desdice el nombre del blog. Nos ha llamado la atención el hecho de que en esta serie que mostramos, todos los personajes aparecen atados, unidos a algo que les impide escapar o avanzar. Parecen cautivos de sí mismos, inquietantemente tristes y resignados a estar así. Son de una profunda y oscura belleza. Merecerían cada uno de ellos, un poema. De momento, sacamos de la chistera uno.

Mostramos algunos botones como ejemplo. Hay que paladearlos con suavidad y calma. Cada uno lleva su tempo interno y hay que respetarlo. Las imágenes tienen muchos detalles. No hay que correr...







 







Y ahora el poema. Nos ha costado bastante seleccionar una imagen. Todas dicen muchas cosas, la verdad. No sabíamos cuál elegir. Al final hemos seleccionada ésta que os ofrecemos a continuación. Dos personajes, dos historias (al menos), dos personas, donde una carga con la otra, a partes iguales. ¿De qué habla la fotografía? ¿Habla de amor? ¿O es odio? ¿De amistad forzosa? ¿Habla de obligaciones compartidas? ¿De circunstancias complejas que no sabemos cómo afrontar cuando nos vemos atados a otra persona? ¿Un familiar? ¿Un compañero de trabajo?

La fotografía es una buena metáfora de las relaciones entre las personas, entre las parejas fortuitas, los viajes que emprendemos en compañía de desconocidos... Sacamos de la fábrica de Impresiones este poema para esa imagen que nos ha cautivado. Que os guste.  




De qué sirve tirar uno del otro, 
con esa fiereza fratricida
con que lo hacemos 
de un tiempo a esta parte. 
Cuelgan de nuestras sogas
los candados forjados
que nos mantienen presos
mientras las llaves que los liberan
avanzan en una cuerda paralela
pero en dirección contraria.
Somos más víctimas que asesinos
de todo esto
que nos ha tocado vivir
por suerte o por desgracia,
y que sin ser legítimos culpables
de nuestras futuras derrotas,
lo que nos enlaza o lo que nos fundió en uno
al principio de esta historia nuestra
de hace casi cuatro años,
ahora nos deteriora de manera irreparable.
Ahora me doy cuenta.

Irremediablemente, 
estás atada a mí como yo a ti.
Tu destino es el mío 
y el mío, el de los dos.
Eso ya lo sé. 
Eso creo también que ya lo sabes.
Somos los prisioneros de guerra
que comienzan a ver 
al tipo de enfrente como su cruel verdugo.
Te maltrato a oscuras
con mi boca cerrada
que ya no sabe cómo hablarte
mientras tú eres esa hermosa flor
que me golpeas con un silencio tras otro.
Ambos cargamos con lo que cargamos,
ambos luchamos por nuestra cuenta y riesgo,
ambos buscamos nuestra salvación.
Ambos desconocemos cuál es el valor 
del inmenso esfuerzo que gastamos,
ambos no volveremos a ser
lo que fuimos.

Lucho contra lo que soy,
a diario,
contra lo que me amordaza 
últimamente mis huesos 
y me secuestra palabras,
con este excesivo equipaje 
que es ser quien soy
en estos momentos de la partida.
Imagino que como tú.
Me surgen preguntas sin respuesta,
como todas las importantes.
¿Seremos al final
un lazo que termine por romperse?
¿Podrás cargar conmigo
cuando me mates?
¿Podré vivir junto a tu cadáver
cuando te suicide?
¿Cuándo nos convertimos
uno enemigo del otro?
¿O cómo?
¿O por qué?




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