Volvemos a fijarnos en la extraordinaria fotografía del bielorruso Pavel Titovich e intentamos sacar un poema de fábrica, un texto que describa lo que la imagen nos cuenta, o lo que a nosotros nos transmite, al menos. La fotografía bien merece el esfuerzo... Desde aquí, again, un millón de gracias al talentoso autor.
Hay una película del maestro Woody Allen llamada Melinda&Melinda donde el director neoyorquino juega con la idea de contar la misma historia desde dos puntos de vista, uno cómico y otro dramático.
Os recordamos el tráiler:
Emulando al gran Allen, queremos componer este poema con dos versiones, una más soñadora, más alegre, más vital.
En la segunda versión buscaremos el lado oculto de la luna, la faz con la que los jueves te apuñalan sin piedad, una segunda versión que sea más pesimista, más triste, más melancólica, más desazonadora, si se quiere.
Que el lector elija con cuál quedarse, según como sea su día hoy o sus tendencias habituales, que se quede con la jovial comedia o con el oscuro drama... Y que no se corte, que el espacio de los comentarios de los blogs están para eso, para opinar, para decir, aunque sea, menuda trola de poema nos has colado...
me alcanzan el aire de las estrellas,
me alzan al cielo la sonrisa de la cara,
me piden volar, agarrar a la vida
por sus solapas y besarla.
Pinto arcoiris con los dedos,
invento caramelos con sabor a música,
mi corazón plagia sin pudor el ritmo
que tararea el mar por la tarde
cuando acaricia a la playa.
Las alas que imagino tener
me arrancan carcajadas de la boca,
me sacan a bailar con la más guapa,
me alimentan con los macarrones
que mi madre saca recién horneados.
Respiro mientras me emborrachan
los vientos que hinchan los veleros,
los que se dirigen a cualquier buen puerto,
veleros cargados de botines lejanos
que derrochan besos y luz.
Ay, las alas que imagino tener...
*****
Las alas que imagino tener
–y que no tengo–
me despiertan, una vez más,
al borde de un poema sin alma,
en el precipicio de mis propias mentiras.
Sé que no estoy en condiciones de soñar
ni de que mi imaginación antes viajera
imagine escaparse de su actual cautiverio.
Transitar de puntillas por mi vida oxidada
parece que no genera demasiada controversia.
Las alas que quise tener
–y que no tengo–
aparecen burlonas y sin gracia
en el lienzo imperfecto
que ahora ilustra mi pequeño mundo.
Malinterpreto el papel del Ícaro suicida,
cuando vuelo hasta el sol
para forzar mi estrellato,
porque quise olvidar sin éxito mi propia realidad,
abandonar esta piel de antipoeta que se derrite.
Ay, las alas que imagino tener...
–y que no tengo–
me despiertan, una vez más,
al borde de un poema sin alma,
en el precipicio de mis propias mentiras.
Sé que no estoy en condiciones de soñar
ni de que mi imaginación antes viajera
imagine escaparse de su actual cautiverio.
Transitar de puntillas por mi vida oxidada
parece que no genera demasiada controversia.
Las alas que quise tener
–y que no tengo–
aparecen burlonas y sin gracia
en el lienzo imperfecto
que ahora ilustra mi pequeño mundo.
Malinterpreto el papel del Ícaro suicida,
cuando vuelo hasta el sol
para forzar mi estrellato,
porque quise olvidar sin éxito mi propia realidad,
abandonar esta piel de antipoeta que se derrite.
Ay, las alas que imagino tener...
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