miércoles, 15 de febrero de 2012

Comunismo literario y copyleft

Los habituales saben que no reposteamos de otros blogs normalmente, y que cuando lo hacemos es por una razón importante. Recordando un post que leímos en su momento y del que nos identificamos plenamente. 

Traemos un texto estupendo de la gente inclasificable  (por fortuna, no todo en esta vida se puede etiquetar, por mucho que les fastidie a los señores informáticos y sus dichosos xml) de Acuarela Libros. De vez en cuando hay que leerlo para recordar por qué hacemos las cosas tal y como las hacemos. Recordar en qué creemos...



Lo han titulado Comunismo literario: de los fanzines al copyleft (¿y ahora?). Apuntes sobre la historia de Acuarela Libros.

Os dejamos con él. Leedlo aquí o allí. Si lo hacéis en su blog, dedicar un momento a los comentarios, que son fantásticos. Es muy recomendable su lectura, sin duda. Es un poco largo pero merece la pena llegar hasta el final...

Comunismo literario: de los fanzines al copyleft (¿y ahora?)
Apuntes sobre la historia de Acuarela Libros

A raíz de La cena del miedo muchos nos habéis preguntado por nuestra experiencia con las licencias creative commons. Recuperamos aquí un texto donde explicamos un poco nuestra apuesta por ellas. Es, principalmente, una apuesta por conjugar remuneración y libre intercambio, precisamente lo que resulta incompatible si uno piensa desde un "viejo cerebro". Por el momento ha funcionado muy bien, ¿cambiará todo eso en el nuevo paisaje del libro digital? Habrá que imaginar entonces nuevas formas de conjugar los dos principios. Durante los próximos días, vamos a ir recopilando y ofreciendo en el blog los libros de Acuarela que ya están circulando libres por la Red. Por último, creemos necesario deciros que Acuarela no quiere ser ejemplo de nada, abanderada de nada, modelo de nada. Tenemos mil dudas y mil contradicciones. Y nos negamos a ser convertidos en estandartes puros de ninguna Causa. Ya tenemos suficiente con hacer lo mejor posible el trabajo editorial.

Los inicios de Acuarela Libros arraigan en el mundo del fanzine. En la facultad de Historia de la Complutense nos conocimos unos cuantos de los que luego formaríamos Acuarela y sus aledaños intelectuales y afectivos. Nos pasábamos prácticamente el día en la cafetería, sin asistir a clase alguna y un día nos propusimos hacer algo productivo con todo el tiempo que despilfarrábamos tan alegremente. Así nació un fanzine llamado Apuntes del Subsuelo, como la historia escrita por Dostoyevski. En el fanzine se mezclaban, como ocurre ahora en Acuarela, la crítica política radical, la poesía, la literatura, la narración, etc.

La cultura de fanzines tiene algunos principios que hacíamos nuestros:

-lo importante es hacer, es decir, publicábamos de todo y a todos los que nos hacían llegar algo al apartado de correos, nos parecía que lo prioritario era activarse y activar, escribir, expresar, gritar, no tanto la calidad. Esta apertura provocó no pocos debates entre la gente que estábamos más en el día a día en torno a un punto: establecer un filtro, por amplio que fuera, sobre lo que se publicaba, o valorar y publicar todas las contribuciones. No creo que llegáramos nunca a una “decisión” como tal (no había un consejo que decidiera una estrategia, las cosas simplemente se hacían), pero en la práctica el resultado fue cierto equilibrio entre las dos visiones, inclinándonos si acaso hacia la segunda.

-hacer con poco, con lo que está al alcance de la mano. Nosotros y nuestros colaboradores-amigos escribíamos, dibujábamos, maquetábamos, distribuíamos de librería en librería, etc. En cuanto a la financiación, el único gasto, si no recuerdo mal, eran las fotocopias al publicar cada número del fanzine, que financiábamos con lo que no nos habíamos gastado en la cafetería.

-hacerlo tú mismo, la famosa consigna que nos ha dejado en herencia el punk. Es decir, si no hay nada que te satisfaga, y en el desierto intelectual de la Universidad no lo había, no te quejes y ponte manos a la obra.

-copiar y pasar, un uso muy desenvuelto del derecho a cita. En el fanzine publicamos fragmentos de Jean Genet, Oscar Wilde, Ambrose Bierce, Chesterton, Raoul Vaneigem... y por supuesto sin negociar con nadie el derecho a hacerlo. En los créditos de la revista incluíamos una leyenda anticopyright que llamaba a copiar y pasar los contenidos, algo normal en otros fanzines y que nosotros imitábamos de la fórmula que usaban los situacionistas en su mítica revista. Los textos se firmaban generalmente con seudónimo, en un gesto anti-autoral.

¿Prefigura el movimiento de fanzines, que conoció un momento muy potente en los años 90, la cultura de redes? Bien pudiera ser. En todo caso, creo que estos principios del underground fanzinero hoy se han vuelto, con la eclosión de la Red, maneras de hacer masivas, para nada marginales. Tampoco necesariamente subversivas o críticas, como nosotros las entendíamos entonces, aunque fuera en gran parte de manera intuitiva.

Acuarela Libros nace en buena medida del impulso de Apuntes del Subsuelo, pero con la idea de ir un poco más allá, de salir del subsuelo. Era una pizca más serio que un fanzine, pero al principio seguía siendo algo muy amateur y autogestionario, aunque ahora la relación con el mercado estaba necesariamente en el centro de la actividad.

En los medios políticos en los que participábamos hacia el cambio de siglo, el área de la autonomía y los centros sociales okupados, afloró la reflexión sobre la cultura libre y las licencias copyleft, sobre todo por la mediación fundamental de amigos militantes que estaban impregnados también de la cultura hacker del software libre.

Esa reflexión, que da mayor consistencia y legitimidad a lo que nosotros hacíamos un poco intuitiva o salvajemente, se desarrollaba al menos en dos ejes:

-la cultura es un bien infinito, con el hecho masivo de la digitalización y la irrupción de la Red. Se distinguía entre el mundo físico donde puede haber escasez y el mundo virtual o inmaterial donde la lógica es de abundancia (porque la copia tiende a cero y los bienes no son de uso y disfrute antagónico -o tú o yo).

-la cultura es un bien común, porque las ideas, las imágenes y las formas surgen de un magma común (en primer lugar, el lenguaje) en el que todos colaboramos y al que todos aportamos. La palabra que se popularizó en el movimiento por una cultura libre fue el viejo término castellano “procomún”, que aludía a las antiguas tierras comunales y ahora hacía referencia a todos esos bienes que son de todos y de nadie, que todos podemos disfrutar si nadie los posee y se los apropia en exclusiva.

De esos dos ejes extraíamos una idea-fuerza, una consigna:

-“la cultura se defiende compartiéndola”, es decir que esos bienes infinitos están amenazados por la producción artificial de escasez, por la privatización de los saberes y por la criminalización del compartir. Si no hay cooperación, si no se comparte, si no hay circulación de saberes, los cerebros se secan y la creatividad se agota. Por tanto, decíamos, todo el mundo debe tener derecho al libre acceso a los bienes comunes de la cultura y a la expresión activa, es decir, a la posibilidad de reelaborar y resignificar ese patrimonio común.

Y también extraíamos una herramienta practica:

-el copyleft, que entendíamos como un uso especial de la legislación de copyright, un uso que pervierte y hackea el objetivo del copyright y sirve para abrir derechos y no negarlos. El autor, que en principio es libre para licenciar y proteger su obra como quiera, puede restringir derechos (a la copia, a la obra derivada, etc.). Pero también puede abrirlos, ofrecerlos. En Acuarela llevamos años usando esas licencias que permiten usos como por ejemplo fotocopiar las obras, publicar fragmentos o la totalidad en un blog, en algunos casos también hacer obra derivada, siempre y cuando se reconozca la autoría y no se haga un uso comercial.

Tras usar licencias copyleft verbatim en algunos libros, en 2003-2004 apareció Creative Commons que hizo ya formulaciones de las licencias con total legitimidad jurídica.

El copyleft tenía para nosotros, no sólo argumentos éticos y políticos, sino también de “negocio”. Siempre hubo y habrá tensiones entre los varios tipos de argumentos, pero durante mucho tiempo las licencias CC han permitido un equilibrio práctico muy satisfactorio. En el caso de los libros, como todo el mundo sabe, el mercado está completamente saturado. Así que, en una economía de la atención, la visibilidad es un valor de primer orden para una editorial pequeña como nosotros. Todo lo que promueva la visibilidad es bueno, todo lo que aliente el boca a boca es positivo. Los libros se conocen más y eso redunda en su venta. Siempre decíamos: la lectura en pantalla de un tocho de 300 páginas está al alcance de pocos ojos mutantes aún y no hay nadie tan descuidado como para regalarle a su pareja un taco de folios DIN3 grapados en lugar de un libro bonito. Veremos qué pasa ahora, si el libro electrónico invalida estos argumentos.

Hemos usado licencias creative commons casi en la mitad de los libros de Acuarela y el resultado siempre ha sido bueno, nunca perjudicial. Algunos de los libros más vendidos de la editorial se pueden encontrar enteros en la Red. Creemos que puede haber una interacción interesante entre el mundo físico y el mundo virtual, que en absoluto hay que pensarlos como vasos comunicantes. La Red puede ser pensada como una gran biblioteca y ahí los libros tienen que estar disponibles para ser consultados y ojeados.

Con la Web 2.0 se han generalizado las prácticas del underground fanzinero que citaba al comienzo: el valor de la activación, el hacer con poco, el hacerlo tú mismo, el copiar y pasar, etc. En cultura convergente o filosofía 2.0 la distinción entre productor y consumidor se emborrona, el usuario se vuelve activo. La recombinación y el copy-paste son prácticas de masas, con usos más o menos interesantes. La autopublicación, apoyada en nuevos modelos de impresión, está a la vuelta de la esquina. Se puede soñar incluso con la posibilidad de una distribución directa que se salte los intermediarios. Páginas web de libre publicación podrían competir con los grandes suplementos de los periódicos en la crítica de libros. Etc.

¿Las herramientas que tenemos ahora para proteger los principios de la cultura libre estarán a la altura de esa especie de salto cuantitativo? ¿Servirán para defender a la vez los argumentos éticos, políticos y de negocio? Y más aún, ¿qué pasa con la filosofía “política” que está detrás de esas herramientas, empapa hoy como nos empapaba hace años cuando la cultura libre daba sus primeros pasos? Filosofía y herramientas, ¿se conocen hoy en día entre quienes se mueven en el borrado de la frontera entre leer y escribir? ¿O bien se generalizan los usos y las prácticas, pero se debilitan las ideas de transformación social que los sostenían (como también se ha señalado en el caso del software libre)?

No hay que engañarse. Las cosas no van solas. La tecnología de por sí no empujará ese “comunismo literario” inscrito en los principios de la cultura de fanzines y luego del copyleft. Son necesarias herramientas, debates, ideales, luchas, organización. Pero está en nuestra mano intervenir en este proceso actual de desborde de los límites clásicos del mundo editorial, como hicimos hace años en el primer impulso de la cultura libre.

Amador Fernández-Savater

[Estas son las notas en las que me apoyé para dar una charla el día 28 de octubre en el contexto del encuentro “Escribit, jornadas sobre literatura y nuevas tecnologías” en Zaragoza (¡gracias a Manuel Forega por invitarme!). Quiere recordar pasajes de una historia y apuntar quizá algunos elementos para un debate, pero no tiene más pretensiones analíticas ni siquiera de “análisis de coyuntura”.]

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